lunes, junio 17, 2013

Expiración



Mi fecha de expiración ha llegado. Lo perdí todo: casa, amor, salud, trabajo y dignidad en todas sus dimensiones.

Ser despreciable, podrida igual que tarro de atún, apesté. Así como también apestaron mis lágrimas de aguas servidas que fueron horadando la piel en llagas.

 Malditas gotas de sal -¡Hirientes!- se congelaron en mi plexo hasta craquelarlo como el salar de Atacama y hoy ensangrentada en dolor aborrezco mi parada.

Lo perdí todo. Fue culpa mía. No tengo derecho a lamentarme.

Necia, impaciente, incapaz de sumar 1+1 avancé sin darme tiempo para respirar, fueron las condiciones. Mis condiciones, yo las elegí y si agonicé durante tanto tiempo fue por obstinada por insistir en creerlas mías, me equivoqué. Sin tiempo para el respiro asfixie mis pensamiento y causé mi propia muerte.

Pero es tarde, no hubo tiempo de arrepentirse. El dolor me sobrepasó y a diferencia de aquellos años en los que tuve la fuerza para sobreponerme una y otra vez de todas las adversidades que me presentó la vida, hoy mi cuerpo no me acompañó y expiré para siempre.

Perdóname. Perdóname por haber sido tan cobarde. Por permitir que esa caída libre no tocara fondo.

Mi fecha de expiración ha llegado.