miércoles, marzo 02, 2011

Como espinas del desierto


Febrero 2008: una noche cálida, luna llena. En el cielo muchas estrellas y pincelazos de extensas nubes. Con mis amigos y los amigos de amigos fuimos a las dunas. Jeepeamos. Mucha adrenalina. Gritos, risas y susto. Después de un rato... nos detuvimos en un mirador y se armó el carrete. Cuando bailábamos mi celular sonó con una llamada que había esperado todo el día. ¿Cómo está el carrete viñamarino? Sentada al borde del abismo hablamos y me quedé pegada pensando en lo que me dijo. Miré el horizonte, el brillo del cielo en el mar. En mi espalda muchas risas, música y chacota. Me dio frío. Dos amigos de mis amigos se sentaron al lado mío. Conversamos de la vida. A uno le pedí prestado su chaleco. Me lo pasó. Seguimos hablando y de forma incoherente a lo que se decía, el chico del chaleco propuso saltar duna abajo. Ochenta y cinco grados aprox. Casi ángulo recto. Nos miramos y dijimos vamos. A la hora de saltar una se quedó arriba. A unos cinco metros de caída libre me frené en un monticulo de arena. Él cayó sobre mí. Nos miramos y seguimos cerro abajo. Rodamos un par de vueltas y nuevamente sobre mí. Me dio un beso. Gritos eufóricos se escucharon de arriba. Seguimos rodando, pero esta vez juntos. Besos y más besos. Lo único firme que sentía mientras iba por el aire. Mientras caíamos por nuestras venas corría adrenalina que de tanto batirse... Entramos en calor.
Cada cierto tiempo uno que otro espino nos frenaban como si fueran máquinas oxigenadoras. Nos empezamos a empelotar, la pendiente nos perdió de la vista.
Cómplices y sin decirnos nada cuidamos que la arena no nos tragara las cosas. Terminamos de caer unidos como una mata de espinas, de esas que ruedan por el desierto. No hablamos nada, no hubo promesas, no supe su apellido y no me importó porque seguía pensando en esa llamada.
Subir a la cima fue otra historia.

1 comentario:

diario de un caminante dijo...

Amé este texto, Nati......

sólo eso

C.